Por Juan López
Al proceso y resultados de las recientes elecciones en Perú se pueden extraer varias lecturas y crear diferentes expectativas, en atención a la reñida polarización ideo-política que se manifestó con mayor nitidez en la segunda vuelta, realizada el pasado 6 de junio.
Para definir la presidencia fue necesario realizar dos vueltas. El 11 de abril se efectuó la primera, en la que de los 18 candidatos presidenciales presentados por 23 partidos, con pírricas votaciones quedaron para la segunda Pedro Castillo del Partido Perú Libre con 18.9 %, y Keiko Fujimori por el Partido Fuerza Popular con 13.4 %.
En el competitivo balotaje, con un discurso sindicalizado en la izquierda latinoamericana, Pedro Castillo resultó virtual ganador de las elecciones con 50.141 %, con apenas 49,710 votos por encima de K. Fujimori, a quien se identifica con una propuesta conservadora en representación de la derecha, alcanzando 49.859 % de la votación, aunque faltan por revisar 65 actas para que el Jurado Nacional Electoral haga la proclamación del ganador de dichos comicios.
Como datos curiosamente interesantes, esta es la tercera ocasión en la que K. Fujimori pierde las elecciones en la segunda vuelta: El 2011 se quedó con 2.9 % menos para perder de Ollanta Humala. En el 2016, con 0.46 % por debajo, perdió de Pedro Pablo Kuczynski. Los datos contabilizados al 13 de junio en curso indican que también resultará derrotada con menos de 0.28 % por debajo de Pedro Castillo.
Aun cuando K. Fujimori alega fraude, solicitando anular 200 mil votos, todo parece indicar que Pedro Castillo es el virtual ganador de las elecciones, por lo cual ya está recibiendo respaldo de importantes sectores de la comunidad internacional (OEA, ONU, EE.UU., Unión Europea, varias ONG e influyentes personalidades) que, clamando por el respeto a la voluntad popular, descalifican el supuesto fraude y llaman a preservar la paz social en el Perú.
Ante el proceso y resultados electorales visualizamos en tres componentes nuestra valoración para hacer una adecuada lectura política:
a) El peso específico de los delitos y abusos políticos que K. Fujimori hereda, en calidad de hija del expresidente Alberto Fujimori, condenado a 25 años de cárcel, lo cual influye en la consolidada, radical y alta tasa de rechazo que K. Fujimori recibe de la comunidades rurales e indígenas y de un importante fragmento de la clase media peruana.
b) La propuesta programática de K. Fujimori solo fue asumida, en última instancia y con poco entusiasmo, por los sectores más conservadores del Perú.
c) Sobre ella pende un grueso expediente por corrupción que la tiene al borde de 30 años de cárcel; al respecto, ya la Fiscalía está solicitando su apresamiento de nuevo que, de materializarse, finiquitará la carrera política de K. Fujimori.
Las expectativas son confusas ante las ejecutorias del gobierno de Pedro Castillo (período 2021-25) por estas razones:
a)- Las evidentes resistencias que presentará el bloque conservador del Perú y sus aliados internacionales ante el paquete de radicales propuestas económicas que prometió implementar. b) La compleja composición del Congreso Nacional, en la que el partido Perú Libre solo tiene el 19 % de los legisladores, lo cual podría obstaculizar las ejecutorias importantes del gobierno de Pedro Castillo.
También c) los intereses en América Latina que se están vapuleando por la geopolítica en la actual competencia EE.UU. Vs. China. Y d) Las inexperiencias y limitaciones políticas que, durante el proceso electoral, reflejaron las exposiciones del maestro y sindicalista Pedro Castillo.
Desde la RD albergamos las sanas y sinceras expectativas de que ambos candidatos asuman, pacífica y civilizadamente, los resultados electorales, hagan prevalecer la voluntad popular para que el gobierno que liderará Pedro Castillo pueda conducir al pueblo peruano hacia metas de progreso, bienestar económico, equidad y justicia social. ¡Perú lo merece!